miércoles, 31 de octubre de 2012

Cenas y más cenas.

Es lunes por la mañana. Nada más levantarme me llegan noticias desde la cocina. Una de las profesoras del colegio me invita, junto a Inma, a dar un paseo en su lancha por el Río Mississippi. Ocasiones así es imposible dejar escapar, no hay muchas oportunidades de hacer esto. Así que acepto sin pensármelo dos voces. Ahora mismo el tiempo acompaña, y dentro de unos días no sabremos…



Terminamos el colegio y nos vamos con Mary, que es la profesora que nos ha invitado; ella es profesora de educación física pero ahora mismo tiene un brazo en cabestrillo y está impartiendo otras asignaturas, en el coche hacia su casa. Vive sola en una casa enorme; casualidades de la vida hace unos años perdió a su marido y sus hijos no viven con ella. Dos viven en otras ciudades y una de sus hijas, que nos acompañará en esta aventura, vive con el novio en otra casa. Quiere irse a una casa más pequeña. Le sobra casa. Lógico. Vamos con los que nos interesa…

Una vez que pasamos por su casa a recoger todo lo necesario nos disponemos a ir al río, todo marcha perfecto y llegamos en  pocos minutos. Una vez allí entramos en una casa que es donde está nuestra embarcación; saludamos a los dueños y charlamos un ratillo con ellos. Mientras hablamos aparecen la hija y el novio de ésta. Nos despedimos y vamos a la lancha.



Los primeros pasos son importantes, es primordial no caerse al agua. Todo marcha sin complicaciones, algún que otro titubeo pero nada serio. Ya estamos dentro y procedemos a encender motores.
Arrancamos marcha atrás, y damos la vuelta porque de cara se va mejor… Vamos muy despacio,… “como todo el rato sea así esto me va a decepcionar” – se me ocurre pensar.

Vemos a la policía, paramos un momento a ver si llevamos todos los chalecos… y ¡todo en orden! Continuamos nuestra marcha.



Salimos al Río Mississippi, empieza a darle caña, hasta que vamos a todo trapo. Había que sujetarse que sino te caías para abajo; como es lógico, no voy a caer hacia arriba. Todo el viento golpeaba mi cara, es una sensación increíble. Una auténtica pasada. Aprovechamos para hacer alguna foto, no muy buena; pero suficiente. Hay sensaciones que no se pueden explicar, simplemente, se viven.

Vemos a gente pescando, a otros dando una vuelta, a los barcos que llevan las mercancías por el río,… Y sin esperárnoslo, Mary da la vuelta. Pasamos, como se suele decir, de 100 a 0 en un segundo. Del mismo modo que pasamos de secos a empapados. El viento venía en contra, así que casi nos toca nadar dentro del bote; la frenada había supuesto que todo el agua callera sobre nosotros, por poco tenemos que achicar el agua.



La vuelta fue parecida aunque conducía el novio de la hija. ¡¡¡A todo trapo mi capitán!!!

Seguimos a velocidad de crucero, pero, de repente, algo falla. La lancha empieza a hacer cosas que no nos parecen muy comunes, hasta que definitivamente… se para. La cara de los que allí estábamos es apoteósica. Menudo careto de tontos se nos queda. Mary rompe el silencio diciendo: “No gas”. ¿No gas? ¿No tenemos gasolina? En ese momento, Inma y yo, alucinábamos. Parecíamos una isla en mitad del río. No nos pusimos muy nerviosos, yo creo que porque no podíamos ni pensar. Sacan el teléfono y llaman a un amigo. “Perfecto” - acerté a pensar. Buzón de voz. “¡Ups!” – se apresuró a decir Mary, y continuó: “Está en un meeting”. Lo siguiente fue sacar un remo, y dejar que el viento nos guiará hacia dónde quisiera mientras esquivábamos las rocas con él. Llegamos a la orilla, pero a la orilla de la isla, esto no iba a ser tan fácil.


Nuestras brillantes mentes dieron sus frutos, así que quitamos los tapones de las dos botellas de gasolina que teníamos y empezamos a verter todo el gas en una de ellas… verter por decir algo, porque calló más fuera que dentro.



En resumen, nos encontramos encallados en la arena, en mitad del Mississippi, con un remo, dos bombonas casi vacías de gas y la lancha llena de gasolina por encima. Lo siguiente era salir volando y refugiarse bajo el agua de la posible explosión, ya me lo veía venir. Pero torpe de mí, sacaron un aparato para meter aire en las bombonas. Intentamos arrancar. Nada. Intento inútil. Segundo intento. ¡Bingo! Esto parece que empieza a surcar los mares de nuevo…

Salimos de allí y nos venimos arriba, queremos volver a la casa en la que habíamos empezado; pero en mitad del camino nos damos cuenta de que es imposible, apenas son quedan 500 metros para llegar pero tenemos que tomar la salida de emergencia. El motor se vuelve a parar. Pero, por suerte, llegamos con el impulso. ¡Por fin!



Otro momento complicado es cuando hay que salir del bote; sale el novio de la chica, amarra la lancha, detrás vamos saliendo el resto. Sale Mary. Salgo yo. Va a salir Inma y, de repente escuchamos: “Spiderrrr (Arañaaaaa)”. Un arañón de campeonato, no llegaba a ser como la palma de mi mano, pero algo más de la mitad seguro. Asqueroso. El maldito animal subía por la espalda de Inma, pero la hija, a modo de superhéroe, procedió a quitarla con el sutil procedimiento que todos conocemos… ¡Zas! Manotazo y al río.
Al fin estamos todos fuera sanos y salvos. Ya solo queda andar poco menos de una milla para volver al lugar de partida. 15 minutos después estábamos cogiendo el coche de regreso a casa.



Se me olvidaba que esta entrada es de cenas… La cena estuvo muy bien, muy entretenida. Cuando llegamos estuvimos cocinando lo poco que había que hacer; hicimos guacamole, un postre, y alguna cosilla más. Cenamos unos tacos.

*             *             *

Llega el día de cenar otra vez en casa de Sarah, ella es una profesora del colegio (como comenté en una entrada anterior). A esta cena venían Bryant, otro de los profesores del colegio; y Tamy, que es una de las profesoras con las que estoy en clase y, sin menospreciar al resto, su experiencia se nota y hace que siempre haya cosas diferentes que hacer y aprender. Tiene una forma de trabajar que me gusta muchísimo, aunque a veces no sepa como los niños pueden aprender, porque hacemos muchas cosas fuera de lugar. Os contaré una de ellas.

Era jueves. Un jueves como cualquier otro. Pero en éste, íbamos a cenar a casa de Sarah (como bien he comentado en líneas anteriores). Son muy buenas amigas y Tamy dijo que ella prepararía el postre. Hasta aquí todo es perfecto.

Me comentó que quería hacer arroz con leche, y le comentamos que en España también comemos. Así que estuvimos buscando recetas españolas. En la búsqueda ninguna nos convenció así que procedimos a enviar un correo a la madre de Inma que estaba en el trabajo para asegurarnos de tener la receta para el día siguiente. Lo gracioso de todo esto es que me dijo que cocinaríamos en el cole, pero yo no terminaba de creerme lo que iba a suceder el día siguiente.

Llego a su clase y, después de que le diéramos nuestra receta de “Arroz con leche” made in Spain; me comenta… Hoy no tienes que dar clase de matemáticas… ¡¡¡Tenemos que cocinar!!! Prepárate un juego para tenerlos entretenidos y ya está.

Pues dicho y hecho. Termina el recreo y leemos unos minutos. A partir de aquí no salía de mi asombro. Nos vamos a la cocina de los profesores.

Allí había una profesora comiendo y terminamos por echarla. Es un sitio del tamaño del comedor de mi casa y allí nos encontrábamos 24 niños y 2 profesores. Mientras nosotros hacíamos el deseado postre, los niños jugaban y hacían un crucigrama matemático. Bueno, aparte de mates, algo aprenderían de cocina…

Termina la clase. Todos tenemos que irnos pero el arroz no estaba hecho todavía; así que decidimos llamar a Inma por el teléfono de vía interna. ¿¡¿¡¿ Ring, ring¿!?!?!?...  y cuando nos lo cogen acertamos a decir: ”Necesitamos a Inma en la sala de profesores. Es una cuestión importante.”

A los 2 minutos aparece Inma en la cocina corriendo, no sabía que estábamos haciendo y cuando nos vio solo pudo reir. Al final nos quedamos allí los dos esperando a que terminara de hacerse el arroz. Cuando terminó, teníamos que probarlo y la verdad que prometía… Al final entre degustarlo, lavar los materiales, perder el tiempo y demás… llegué 40 minutos tarde a mi clase. Nada importante, en esa clase a veces me aburro…

La cena estuvo muy bien, todos menos el marido de Sarah (Will), trabajamos en el cole así que teníamos un tema común muy amplio y estuvimos hablando acerca de unos, de otros. De todo un poco. Pero siempre se dejan pullitas hacia unos y otros y eso mola. Lo que solemos decir… da juego.

Cenamos paella, unas tapitas,… y de postre nuestro queridísimo arroz con leche que nos trasladó imaginariamente a la mesa de nuestras casas madrileñas. ¡¡¡Buenísimo!!!

martes, 16 de octubre de 2012

Oktoberfest


El Oktoberfest es esa fiesta a la que toda la gente de aquí quiere asistir. Dura aproximadamente unos diez días, y como la mayoría de vosotros sabéis es la fiesta alemana por excelencia, pero según me han comentado las gentes del lugar, este Oktoberfest es el más grande e importante de toda USA y, por consiguiente, uno de los más grandes del mundo; se comenta que el segundo, justo detrás de Munich. He visto gente de Canadá, Irlanda,… y mucho descendiente alemán. Este año se ha celebrado la 52ª edición.

Mi participación en este festival empezó el viernes por la mañana. Con la excusa de que es una fiesta cultural me libré de ir al cole por la mañana y fui a la primera cabalgata del Oktoberfest. Es muy pequeñita, pero mucho más cercana que las otras, nos hicimos alguna foto con gentes diversas y vimos algunas carrozas. También hablamos con un policía que nos dejó un palo que tienen para las persecuciones (pueden pintar con él la rueda de un coche para tenerlo señalizado durante las próximas dos horas), vimos mucha Harley Davidson y, para no variar, mucha animadora.




Por la noche fui a dar una vuelta a las carpas, al lado del Río Mississippi, en un sitio cerrado que tienen habilitado para ello. Conocimos todo el recinto, nos tomamos unas cervezas, y ya que estábamos, jugamos a intentar clavar un clavo en un tronco de árbol con la parte fina del martillo. Es una competición entre varias personas, 5 en nuestro caso, y el primero que lo consigue tiene que elegir entre dos vasos de cervezas o un cowbell (cencerro). Así que me puse a ello y, como supongo que imagináis, gané. Me tocaba elegir y… si pides dos cervezas, quedarse con las dos no iba a ser muy diplomático, así que escogí el cencerro (cuidado la lata que se puede dar con él…). Escuchamos después una banda, The reminders, y no estuvimos mucho más, que al día siguiente había que madrugar.


El sábado empezaba con un madrugón. Nos tocaba ir arriba pronto porque teníamos que representar a nuestro colegio en la parade (cabalgata). Llegamos con tiempo y nos tocó pringar con la pancarta de nuestro colegio por novatos. Fuimos toda la cabalgata con el cartel, saludando a la gente mientras ellos desde fuera se pegaban por los caramelos que lanzábamos los de dentro. Bueno caramelos, lápices, collares,…

De izq. a dcha.: Inma, María Mason (Profesora  de arte), Yo, Sandy Brauer (Directora)













Allí puede ir saludando a todos y cada uno de los alumnos del colegio, que todo ilusionados te hacen pasar una vergüenza… Yo, como no podía hacer otra cosa, hacía sonar mi cencerro y les gritaba.




La cabalgata fue uno de los momento más largos de mi vida; estoy acostumbrado a ver pasar los Reyes Magos por las calles del barrio y puedo perder 30-45 minutos, dependiendo de cuánto tiempo los siga; pero lo de aquí, lo de aquí... superó todo lo que había visto y creo que veré en mi vida.


Como ya he explicado antes, iba con mi pancarta; y tras unas dos horas aproximadamente de trayecto sosteniéndola mientras saludas, me comunican que tengo que dejar mi puesto, que ya vamos a llegar al final, y la cogen la directora y otra profesora, que mi trabajo ha terminado y puedo echarme a un lado y ver lo que queda de la cabalgata. Justo en dónde nos quedamos nos estaba esperando el resto de la expedición de profesores, así que perfecto.

                            

Iluso de mí… allí estaba todo el mundo con las neveras y demás artilugios que uno se lleva al camping y ahora entiendo todo. Los segundos pasaban, los minutos pasaban, las horas pasaban… y yo seguía ahí. En total ¡¡¡6 horas!!!







6 horas en las que me dio tiempo a ver multitud de colegios pasar con su cartel, su banda y sus cheerleaders; toda la familia real (de la cual una mujer está trabajando en el colegio, su padre fue uno de los fundadores del Oktoberfest) saludando en diferentes coches viejos; muchos alemanes; muchos irlandeses; y entre uno y otro, un espacio que se me hacía eterno. Aunque pude comprobar que la gente está acostumbrada, sacaban su balón de fútbol americano, el balón de vóley, el de fútbol, una cuerda para saltar y demás pelotas para jugar mientras venía en siguiente. El momento gracioso de la cabalgata fue cuando dos tipos llegaron con una pancarta que ponía: “Two men with a banner…”=“Dos tíos con un cartel…”. Por lo visto la gente puede pagar el módico precio de $100 y aparecer por allí.






Mientras todo esto pasaba nos compramos un perrito que pretendíamos que fuera nuestra comida,… pero nos dimos cuenta de que nos íbamos a morir de hambre, así que al cabo de un rato compramos otro. Aquí la gente come mucho estas cosas. Nos dijeron el otro día que la gente es tan grande (en todos los sentidos) porque comen muchos productos pre-cocinados y les meten muchas hormonas, así que cuando se lo comen es como si se pincharan. Jodidos americanos.






El sábado, después de haber estado toda la mañana de pie, mi cuerpo me pedía un descanso. No tuve más remedio que dárselo y me tumbé en el sofá nada más llegar a casa… Dentro de unas horas, hemos quedado para irnos de fiesta.

Cenamos tranquilamente en casa y a las 8 estamos partiendo hacia una de las fiestas del año. Llegamos y el recinto no parecía el mismo en el que habíamos estado el día anterior. Después de hacer unos trapicheos (veasé trapicheo como tener amigos policías y conseguir la pulsera para que los menores puedan beber…) nos dispusimos a comprar nuestros tickets de bebida; la fila era extremadamente larga, así que nos dividimos. Unos a la fila y otros a coger sitios en buena posición en el concierto.



Una vez hecho esto y con algo líquido en la mano las cosas se ven de diferente manera, si a esto le añades que estás con un montón de gente de conoces pues la cosa empieza a animarse. Se me olvidaba deciros que salimos de fiesta con las madres de nuestras familias de acogida, por lo que nuestras perspectivas tampoco eran nada del otro mundo. Nos cerraron la boca de un plumazo, estuvimos bailando, cantando y riéndonos todo el rato.


Nuestro grupo se iba desmoronando poco a poco, la gente se iba yendo, y al final nos quedamos aproximadamente 9 personas.


El concierto terminó y era la hora de marchar hacia casa de nuevo. Una vez fuera decidimos dar una vuelta para ver el ambiente de los bares y, como pasábamos al lado, compramos un trozo de pizza (era necesario, Michelle, madre de la familia de acogida de Inma, veía cerdos voladores…).

Nuestra vuelta finalizaba, eran aproximadamente las 2 de la mañana pero… en el momento de pasar por el último bar nos encontramos a parte de la familia de Eva (la madre de mi familia de acogida) y, como no, había que tomarse la última. Una vez acabado el vaso, nos fuimos para casa. Toca descansar.

El domingo era el cumpleaños de uno de los niños de mi familia (Joel), y ¡jodidas costumbres! Aquí desayunan todos juntos, abren los regalos, y si falto yo me tienen que llamar. Son las 8 de la mañana. Y es el momento perfecto para aporrear mi puerta. Me despiertan. No veo. Me levanto como puedo. Abro la puerta. Me explica que tengo que bajar en unos minutos. Me ducho, o por lo menos lo intento. Me visto. Y para abajo. Todos están abajo esperándome.

Abre los regalos, los cuáles no acierto a descifrar en primera instancia, todavía estoy demasiado dormido como para que mi cerebro procese las imágenes que mis ojos le mandan. De repente, recibo un regalo. Ahora veo perfectamente. Se me iluminan los ojos… vaya... unos tozos de pan, ¡menudo bajón! Desconecto.

Terminamos de desayunar. Es un día más, sin muchas cosas que hacer hasta que abro el correo. Me invitan a ver el baile de uno de los niños de mi segunda familia. Paso de no tener nada a ocupar mi tarde.
Vuelvo al Oktoberfest aunque no al mismo sitio. Esto se realiza en un sitio diferente. Voy todo ilusionado, me han dicho que bailan bastantes grupos y que está curioso. 3 minutos de baile, en eso consistió mi tarde. Mi tarde se redujo a 45 minutos. Vuelvo a casa a descansar.

El martes es el día indicado para ir de excursión. Mi primera excursión. La primera vez en que me monto en un autobús escolar americano para ir por ahí. De esos que salen en las pelis. No puedo contener la emoción y pido una foto. Mi deseo fue concedido como podéis ver.



Nos dirigimos al mismo sitio en dónde me encontré el martes con los bailes, o lo que fuera aquello. Este día fue diferente. Jugamos al fútbol, al balonmano, bailamos los pajaritos, comimos galletas, comimos helado con forma de spaghettis, hicimos la cabeza de un pato en un plato, pintamos la bandera alemana, nos pintaron la cara. Nos lo pasamos muy bien. Así da gusto irse por ahí.




Cambiamos de día, el jueves de celebra otra cabalgata. Para verla nos fuimos al norte de la ciudad (La Crosse se divide en dos: norte y sur); esta parte es más pobre. Es de noche y todo el mundo va con haces luminosos. Y, como siempre, un montón de gente agolpada en los lados de la calzada. Aparecimos allí con una de las familias que, como cada jueves, nos invita a cenar en su casa (hablé de ella en la entrada anterior).
La cabalgata me ha gustado muchísimo; el hecho de ser de noche y con muchas luces hace que sea diferente y muy llamativa a la vista. Ha sido bastante más corta, alrededor de 90 minutos. Eso sí, no he dejado de ver colegios, bandas y majorettes pasar.





Aquí sucedió el susto de día, donde casi pierdo un ojo (ya os conté mi inteligencia límite en episodios anteriores no es necesario recordarlo…)  pero nos lo pasamos en grande.

Para finalizar el Oktoberfest, el viernes había una feria de la cerveza en la que pagabas una cantidad y podías llegar a probar 54 variedades diferentes de cerveza. No tuve el placer de ir.

En resumen, el Oktoberfest, a pesar de una fiesta alemana, es la mayor fiesta de La Crosse, y me ha encantado. Ha sido una muy buena experiencia en este mes que llevo aquí. La cantidad de gente que sale a las calles a ver las cabalgatas, algunas de las cuales reservan su trozo de calle pegando un suelo de plástico el día anterior; su cara de felicidad; todos los colegios con sus bandas y sus animadoras;… son cosas con las que me quedo de esta gran fiesta.

Según he leído y escuchado en días posteriores, en la cabalgata del sábado había unas 150.000 personas; teniendo en cuenta que La Crosse solo tiene 54.000 habitantes es una auténtica salvajada. Triplicamos la población por unas horas.

Gente viendo la cabalgata desde cualquier sitio

Solo me gustaría una cosa, y es que Luna (si ha tenido la oportunidad) nos contase un poco acerca de esta gran fiesta para comparar un poco. Yo te lanzo la patata, ¿la recoges?  - Me respondo a mí mismo, no ha ido y no tiene ni idea…