El sábado fue el día elegido para ver mi primer partido de football (fútbol americano para nosotros)
y la verdad que lo que menos he visto ha sido el partido. Me he dado cuenta de
que todo el mundo habla de football. Todos
están locos por este deporte y ahora entiendo por qué. Lo que uno va a ver no
es solo un partido, va a ver un espectáculo de casi cuatro horas. Es una
auténtica pasada.
Os voy a relatar nuestro sábado, que así es más cercano. Nos
levantamos a las 6.30, un poco antes de lo que lo hacemos durante la semana
pues tenemos un viaje de dos horas y media; y tras desayunar, coger todo y
demás se nos hace un poco tarde y salimos a las 8.00 (Yo tampoco me explico
como tardamos tanto…)
A partir de ahí: viaje, viaje, y más viaje. En el trayecto
vamos viendo animales de lo más común por estas zonas: caballos, vacas,
ciervos,… Pero de repente empezamos la cuenta atrás. Hoy es el día del cambio
de estación de verano a otoño. A las 9.46 y en mitad de la carretera íbamos los
seis contando: 10…9…8…7…6…5…4…3…2…1… ¡Otoñoooo! Hemos gritado todos a la vez…
Así empezaba el espectáculo. Sin dejar de mencionar que hemos dado la
bienvenida a esta nueva estación con 6 grados y un aire terrible. El día más
frío, con diferencia, de lo que llevo aquí; aunque no puedo quejarme por ahora ya
que aquí hace dos años alcanzaron -50 y el año pasado -40…
Llegamos a Madison, nuestro destino final, y el sitio en
dónde juegan los Badgers. El equipo
de la Universidad de Wisconsin. Nuestra entrada ha sido triunfal. Vemos que nos
indican un parking, hay que pagar $15 y nos percatamos que el primer sitio está
libre, así que en vez de maniobrar, damos la vuelta a todo el parking y
llegamos a tan ansiado lugar. Nos disponemos a aparcar, nos comemos el
bordillo, damos con la cabeza en el techo pero el coche queda perfecto. Todo el
mundo nos mira y les devolvemos una sonrisa. ¡No pasa nada, colega!
¡Todos abajo! Cogemos nuestros chubasqueros (porque también
nos ha llovido un poco), nuestros guantes, nuestras bragas (las del cuello, que
las otras las llevábamos puestas), camiseta térmica, camiseta de los Badgers y
nos ponemos a andar en dirección a dónde va la gente. Más que nada porque no
teníamos ni idea…
Una vez que estamos llegando al campo escuchamos mucho
revuelo, escuchamos música,… Y seguimos andando porque queremos entrar lo antes
posible. Cojo mi entrada. Enseño mi bolsa y el tío que está ahí me dice: “No,
esto no”. Miro al niño que iba conmigo: “Do
you understand anything?” (¿Entiendes algo?) Me mira con cara de póker.
Tenemos un problema. Se solucionó rápido. El tío no sabe hacer bien su trabajo
y claro, la arma. Total que la supervisora me dice: “Go, go”. Eso lo entendí perfectamente, así que pa’lante.
Entramos en el campo. Quedan 4 minutos para que empiece el
partido y ya estamos en nuestros asientos. La banda está sonando haciendo
figuras en el césped. Las cheerleaders
danzando por el terreno de juego. Todos se sitúan en la salida del túnel de
vestuarios. Se escucha un estruendo. Las cámaras enfocan a los jugadores. Todo
el público aplaude a rabiar. Yyyyyy…………. ¡¡¡Salen los árbitros!!! ¡¡¡Buahh!!!
Todos chafados… Pero justo detrás… sale el equipo local, todos de pie en sus
asientos, se alzan las banderas, dan una vuelta de honor, saludan a sus fieles
seguidores. ¡¡¡Empieza el show!!!
Empieza a salir el equipo rival: “Los Miners”. El público abuchea un poco.
Se hace el sorteo de campo. Tres jugadores de cada equipo y
los siete árbitros se saludan. Diez minutos más tarde se ha hecho el sorteo (Aquí
no hacen fotos tras el sorteo porque no entran todos…)
De repente, me doy cuenta de que siguen saliendo jugadores
de cada equipo. Trato de informarme. Y mis fuentes me dicen que cada equipo
cuenta en su plantilla con unos 150 jugadores. Yo alucino y vuelvo a preguntar.
Sí, sí, información contrastada. ¡¡¡150 jugadores!!! Pero eso sí, juegan 11 de
cada equipo en el campo y 22 en total normalmente. Ya que juegan 11 para
atacar, y cuando hay que defender se van todos y entran otros.
El partido empieza, aquí cada jugada se celebra como si
fuera la última. Aunque, al principio, no estábamos muy animados. Íbamos por
debajo en el marcador, nos acaban de hacer un touchdown. Pero en la siguiente jugada, robamos, uno de nuestros
jugadores recorre 80 yardas sin que nadie pueda alcanzarle y sumamos los dos
primeros puntos que hacen que nos acerquemos (6-2). A partir de aquí y toda la
primera mitad fue coser y cantar. 23-9 al descanso y una superioridad
aplastante. A mí me dio la sensación de que era como un partido del Barça
cuando gana 2-0 al descanso. La segunda parte sobra. Pero tuve que callarme y
morderme las uñas porque hasta el rabo
todo es toro.
Por cierto, a modo informativo. Se juegan cuatro cuartos de
15 minutos cada uno, en los que a veces se para el tiempo y otras no. Entre los
dos primeros y los dos últimos un descanso de 15 minutos. La puntación y la
forma de jugar son más liosas, así que no procede informar ahora…
Empieza la segunda parte por los mismos derroteros que
terminó la primera, los Badgers
dominan en el juego y en el marcador. Pero en un arreón, los Miners se ponen seis abajo y roban el
balón. Todo estamos con el miedo en el cuerpo ya que un touchdown igualaría el marcador, pero, cuando peor estábamos, los Miners cometen una falta en ataque y
balón para los Badgers, éstos no lo
iban a desaprovechar consiguiendo un touchdown.
Se reanuda el partido, nuevo robo de los Badgers
que aumentan la ventaja, ya insalvable por el tiempo que queda, y el
público salta de sus asientos, lo celebra por todo lo alto. Es el momento
futbolístico de la noche.
Pero el gran momento de este inmenso espectáculo, sin lugar
a duda, sucedió mediado el último cuarto. En un tiempo muerto. Empieza a sonar
una canción, que yo no tenía ni idea cual era, y el banquillo visitante empieza
a saltar. Todo el estadio saltando a lo loco, como si nos fuera la vida en
ello, durante un par de minutos. Sigo sin entender por qué pero es algo normal
aquí. Una locura de la que me encanta ser partícipe.
Otro de los grandes momentos se vivió en el video-marcador,
porque hacen una carrera de letras; como si fueran unos cartoons (dibujos animados), y luego hay una letra que gana. Todo
el estadio está dividido por letras y cada zona del campo animaba a la suya. El
tensiómetro estaba por las nubes; y la ganadora es… la ¡¡¡N!!! Toda esa grada
celebrándolo a lo grande, el resto aplaudiendo a rabiar.
Me estuve dando cuenta de que sigue siendo una película y no pude dejar de reirme con la primera de estas dos imágenes. Son los jugadores del equipo local calentando en la banda.
Una de las cosas que deberíamos trasladar a Spain en la ola, nosotros no sabemos hacerla;
hubo un momento en que empezó la ola.
Yo no intuí lo que iba a pasar, me parecía una más de las muchas en las que he
participado. Todo empieza como nos lo imaginamos, un grupo de gente se levanta,
la hace y el resto sigue. Pues perfecto, así fue. Ni más fácil ni más difícil.
Pero que pasa cuando la ola llega a
su fin, ¡que rebota! Y vuelve en la otra dirección. Nada nuevo diréis. Y
lleváis razón. Un vez que vuelve a su lugar de origen se arranca otra ola, pero, esta vez, en modo slow; es
decir súper despacio. Se tardaron 7-8 minutos en terminar de dar la vuelta al
campo, fue muy extraño y extremadamente divertido. Y, por último, faltaba la ola súper rápida; así que se pusieron
a ello y en menos de 1 minuto las casi 81.000 personas del Camp Randall Stadium ya se habían levantado. ¡¡¡ES-PEC-TÁ-CU-LO!!!
Por cierto, termina el partido con un marcador final de
37-26 y se desata la fiesta; unas cuantas personas saltan al césped. Las cheerleaders prosiguen su actuación,
sale toda la banda,… y yo no sabía ya ni dónde estaba. Se escucha música por
todos lados, todo el público cantando y, de repente,… ¡¡¡Chicken Dance!!! O
traducido al español, para el que no se leyeran la entrada anterior o para el
que se le haya olvidado, ¡¡¡LOS PAJARITOS!!! Todo el estadio bailando los
míticos “pajaritos por aquí, pajaritos por allá,…” ¡Esto es la bomba! El
espectáculo sigue y sigue. Cuando terminan nos disponemos a salir del estadio,
lo logramos entre la maraña de gente y, nuestra sorpresa fue ¡qué seguían con
la fiesta! Todo el mundo estaba fuera del estadio con la banda cantando y
bailando. Nosotros ya habíamos tenido bastante. Así que seguimos, a eso de las
15.15, nuestro camino hacia el coche…
Por cierto, como buen americano que me hacen ser, el partido
lo vi comiendo cacahuetes, perritos, y un vaso de chocolate caliente. Así da
gusto…
PD: Para terminar el día dimos una vuelta por Madison, por
uno de los lagos que lo rodea y la bóveda del capitol.